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Tua Tagovailoa: la verdad arrasada por un tsunami – Café Lombardi

Tua Tagovailoa: la verdad arrasada por un tsunami – Café Lombardi
QB Tua Tagovailoa, Miami Dolphins

Adoro el mar, vivo a muy poca distancia del mar, me encantan los deportes acuáticos y salvo en los meses de frío más intenso, en cuanto tengo oportunidad, me meto en el mar. Antes practicaba el surf, pero hace muchos años que lo abandoné para reemplazarlo por uno de los deportes de moda, el padel surf, que puede practicarse en lagos, ríos o en el mar, donde a mí realmente me gusta. 

Al mar nunca se le debe tener miedo, pero sí respeto. Los que habitualmente estamos en el mar sabemos una cosa: es imposible luchar contra las olas. No hablo de esas olas pequeñas que rompen en la orilla –donde los niños y no tan niños suelen jugar en las playas– hablo de olas de muchos metros de altura; olas enormes, entre ellas la “ola de las olas”: un tsunami, un fenómeno con una enorme capacidad destructora y que arrastra a todo aquello que se encuentra.

Contra un tsunami no hay absolutamente nada que hacer, y que se lo pregunten a los habitantes de Fukushima, Phuket o Lisboa, todos ellos arrasados por estos fenómenos.

La semana pasada en la NFL se liberó un tsunami cuyo origen es muy claro: la conmoción que sufrió el pasador de los Miami Dolphins, Tua Tagovailoa en el partido del pasado jueves, el Thursday Night Football contra los Cincinnati Bengals que ahora transmite Amazon Prime, compañía que ha desembolsado mucho dinero para comprar esos derechos. Las reacciones a lo ocurrido no tardaron en salir, fundamentalmente por las redes sociales y especialmente Twitter, y sin más football que ver hasta el domingo la enorme ola fue creciendo hasta el extremo de alcanzar las dimensiones de un tsunami devastador.

 

Miami, arrasada por el Tuanami

 

La ciudad de Miami está bañada por las aguas del Atlántico y hasta la fecha nunca ha sufrido un tsunami como el del pasado jueves, y del que a fecha de hoy no se conocen aún sus consecuencias, o al menos no todas, que algunas sí las sabemos. Entre la opinión pública, el staff responsable de franquicia, y en concreto en Mike McDaniel, ninguno comprende exactamente qué ha pasado. A todo ello se suma que no hay nadie en la franquicia que pueda decir nada: el dueño Stephen Ross está suspendido por la liga. Y la respuesta es muy sencilla, todos estos actores han sido completamente arrasados por tal desastre.

No hay absolutamente nada que se pueda hacer. La opinión pública (y publicada) ha dictado sentencia y emitido un veredicto inapelable: los Miami Dolphins son culpables porque debieron sentar a Tua Tagovailoa el jueves pasado porque el domingo anterior había sufrido una conmoción cerebral, conmoción cerebral que hasta la fecha absolutamente nadie ha sido capaz de certificar de manera irrevocable y con pruebas de su existencia. Todo son habladurías, especulaciones, sospechas, indicios y sobre todo lo peor, veredictos, porque no son opiniones, sino veredictos de toda clase de expertos pseudo expertos y autodenominados expertos, que pueden ser o no médicos, pero todos ellos sin hacer lo más importante: una evaluación física directa al paciente.

 

¿Traerá algo positivo el tsunami de Tua Tagovailoa a la NFL?

 

Los únicos que saben qué pasó exactamente en el descanso del partido contra los Buffalo Bills son el equipo médico de Miami y el UNC, el neurólogo no afiliado independiente designado por la NFL y NFLPA de mutuo acuerdo, además del propio Tua que es el paciente afectado. Solo ellos tuvieron acceso al paciente, solo ellos le practicaron el protocolo establecido, solo ellos exploraron al paciente; sin embargo, toda clase de médicos, expertos, analistas, periodistas, opinadores y de personal con formación o directamente sin ella –y que no estuvieron, pero que sobre todo no exploraron al paciente–, emitieron su veredicto.

A Tua Tagovailoa y a los Miami Dolphins solo les ha faltado recurrir a una de esas numerosas Apps de salud y el veredicto hubiese sido el mismo: sufrió una conmoción en el partido contra Buffalo.

 

Quizás después de todo esto se pueda extraer algo positivo, el protocolo de conmociones no es todo lo bueno que debería ser y requiere ser objeto de modificación. Y bienvenido sea, todo lo que sea aumentar la seguridad es bueno para jugadores y para la liga. No creo que a absolutamente nadie le parezca mal o no necesario. Lo que sí es necesario es revisar adónde estamos llegando: a una sociedad en la que el veredicto de la opinión pública es la que dicta sentencia y en la cual lo que menos importa es la verdad, porque aquí hay una cuestión inapelable ¿Dónde está la verdad? Esa ha sido la primera víctima del Tuanami.

No soy médico, aunque en mi familia hay numerosos médicos y jamás me he sentido atraído por ese mundo. Pero sí sé algunas cosas, los únicos veredictos médicos en los que confío que son aquellos en que son practicados por un médico con el propio paciente. Lo que sí soy es abogado, y sé que los juzgados de todo el mundo están llenos de juicios por errores médicos, de diagnósticos erróneos con el paciente delante y siendo objeto de explotación. ¿Si hay errores de esa forma, como no podemos decir que no lo hay, cuando alguien emite su veredicto cuando su única fuente son las imágenes de la televisión y sin acceso al paciente? Y eso es lo que no hay manera de que se entienda, esos veredictos son los que forman la cresta de la ola de este desastre.

Regreso al mar, donde he pasado cientos de horas. Conozco el mar y las olas lo suficiente para saber cuándo es prudente entrar en él. Tengo experiencia con los cambios de mar y del viento que me han obligado a salir de situaciones difíciles, pero sobre todo, sé una cosa: cuando la mar se pone brava, cuando las olas alcanzan cierta altura, no hay nada que hacer y, si esas olas son un tsunami, no queda más que resignarte a tu suerte. Y así es este caso, un Tuanami de opinión pública y publicada, donde la verdad es su primera víctima.

¿Qué opinas del manejo del caso de Tua Tagovailoa y cuáles son los aspectos más relevantes del mismo? Te leemos en los comentarios debajo de esta columna y en nuestras redes sociales.

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